Todas las mañanas igual. A eso de las 9:30, cuando todo mi glorioso cuerpecillo esta felizmente despanzurrado y calentito junto a esclava-humana dentro de la cama, ese trasto maldito me empieza a molestar con su pitidillo insistente. Además es la señal de que se acabo lo bueno: ella se levanta y ya no puedo usar a mi humana de estufa. Me queda el consuelo de que ella lo debe odiar tanto como yo, o al menos eso creía al ver los manotazos que le pega para que se pare.
Esta mañana me he decidido a actuar y en cuanto ha comenzado a pitar me he levantado como un rayo, le he pegado un manotazo y lo he tirado al suelo. Pero esclava-humana, lejos de felicitarme por lo que acababa de hacer, como yo me esperaba, ¡me ha regañado!
Me he quedado pasmado, ¿no se suponía que a ella también le molestaba? No hay quien entienda a estos humanos.
miércoles, 28 de noviembre de 2007
lunes, 26 de noviembre de 2007
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